Un colectivo que paraba, traía a mis compañeros y nada más.
Una promesa de semáforo en la esquina y el kiosquito de enfrente que vendía el
NARANJU.
Mi guardapolvo siempre limpio, planchadito, impecable y el Fiat
duna del profe HECTOR en la puerta. La traficc que bajaba las viandas en la
puerta, cientos de sanguches de paleta y queso y los cajones de naranja.
TODO ESO era mi escuela, la primaria n°76 de villa Fiorito,
nunca supe el nombre de que prócer llevaba, es que nunca nadie se había
molestado en enseñárnoslo, siempre que se escuchaba hablar de esa escuela se decía
"LA 76" como si fuera una mina jodida o una barra brava de algún
equipo chico.
Los días en la vida del putito escolar (yo) fueron bastante
felices y despojados de la carga sexual que traía de los sátiros de mis amigos
del barrio.
Mi curso bastante heterosexual, jugaba a la peleíta, a la
pelota y esas cosas mientras que yo a Martin pescador y cuando me ponía en MACHO le daba al QUEMADO
pero era en muy pocas ocasiones.
Mi colegio era esos en donde lo diferente se convertía en el
centro de todas las burlas, todo debía ser parecido a ellos, ser color tierra,
comer naranjas con sus dientes chuecos y tener olor al tuco de la comida del
comedor ¡ESO ERA SER COMUN!.
Recuerdo una
situación bastante graciosa, en el curso ingresaban dos compañeras
nuevas y el profesor Héctor las hizo pasar de a una. La primera flaca, pálida y
con cara de aburrida como muchas de mis compañeras. Ya no recuerdo ni su nombre
pero al poco tiempo se cambió de escuela así que no importa. Después de que
entrara esta desertora el profesor hizo pasar a la que sería una de mis grandes
amigas.
Apenas paso por la puerta y el salón estallo en risas, y yo también.
No era ella era su pelo crispado, ondulado, incontrolable, era demasiado
cabello…
Su cabeza era enorme, lo más parecido a esa porra gigantesca
sobres su cabeza era el pelo púbico de mi hermano mayor. Beatriz Salomón en su
adolescencia sería igual a ella. Además de todo lo que conté anteriormente una
bandana psicodélica, pasada de moda, hacía de contención y se perdía entre la
maleza y con eso termino de pintar este grotesco cuadro.
Nuestras risotadas se escucharon en varios cursos y más
tarde todo el colegio estaría riéndose de ella: cariñosamente la apodamos LA
LEONA.
Esa noche otra vez la culpa no me dejo dormir, es que vi la
cara de LA LEONA (llamada solo por sus padres Yesica) padecer ese momento
frente al pizarrón, ver nuestras caras coloradas y al borde de las lágrimas por
la risa que nos causaba su pelo. Imposible no conmoverme por el sufrimiento
ajeno. Iba a ser amigable con ella y si era necesaria seria su amigo…aunque me
costara sumarme a la burla general de mis compañeros.
CONSEJO DEL PUTO COTIDIANO N°48| EL PUTO NO TIENE QUE
TENERLE MIEDO A LO DIFERANTE.